Mario Sabah salió de su país en 2007 con su Citroën Mehari para difundir por todos los continentes la cultura y tradiciones uruguayas.
Uruguay también existe. Mario Sabah se ha propuesto dar a conocer al mundo su país, sus costumbres, su cultura, su bellezas naturales, su producción tradicional y una economía que comienza a despuntar y que requiere de muchos de los que, cuando las cosas no iban bien, partieron a buscar su propio sustento.
Salir al encuentro de los uruguayos de la diáspora para acercarles de nuevo a su tierra y que formen parte activa de la nueva realidad nacional que comienza a fraguarse es también parte del proyecto de este hombre de 52 años que el año pasado decidió dar un giro a su vida, vendió su empresa de electricidad a uno de sus empleados, cargó la necesario en la baca de su Citroën Mehari del 77 y partió rumbo a Argentina para iniciar la vuelta al mundo. Si todo se desarrolla como está previsto concluirá su periplo en 2010.
Ayer pasó por Burgos y, como ha hecho en otros lugares, ha querido compartir unas horas con paisanos que viven aquí, contarles la nueva realidad del país y convencerles de que regresen. Mario nos explica que a pesar de lo pequeño del territorio -apenas tiene tres millones de habitantes- hay un millón de uruguayos fuera. Se ha comprometido con empresarios y comerciantes a ‘reclutar’ a 50 familias para cumplir ese sueño; de momento, ha convencido a 5 para que regresen a un país que quiere crecer y necesita mano de obra.
Pero no solo su objetivo está en sus paisanos. Aprovecha el viaje para vender al resto del mundo su tierra en todos los aspectos. Mario dice que de Uruguay apenas se sabe, y eso los entendidos en fútbol, que ha ganado cuatro campeonatos del mundo, y poco más. Él quiere contribuir a enmendar esa ‘incultura’. Luce orgulloso en su Citroën la bandera nacional y va dejando por aquí y por allá información turística para que americanos, europeos, japoneses y gentes de otras latitudes viajen a conocerle. Aunque lleva muchos meses solo, en principio partió con sus dos hijos, a los que quería involucrar en el proyecto, «pero en Colombia se acabó la plata y ellos tuvieron que regresar», añade.
Desde entonces, su auto es su única compañía en carretera, pero nunca está solo, está conociendo a tanta gente que solo por eso cree que esto es lo mejor que ha hecho en su vida. En un trayecto tan largo, atravesando continentes en barco, y sin un techo fijo, se pasa de todo; hasta su querido Citroën le ha dejado ‘tirado’ en varias ocasiones, pero unos arreglitos mecánicos y a tirar otra vez para adelante. Busca patrocinadores en las casa de Citroën y hasta ahora parece que no le va mal. No le encontrarás en un hotel de tres estrellas, sino en casas de emigrantes uruguayos, amigos de la carretera o en pensiones baratas.
Fuente: diariodeburgos.es
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