Novedades travesía Mehari Argentina-Canadá

Concentraciones

La aventura del Mehari ahora sigue con uno solo …

Uno de los viajeros regresó desde Estados Unidos. Su compañero intentará llegar hasta Canadá.

«Por un lado tuvimos mucha suerte, porque no tuvimos problemas de salud, en todos los países que recorrimos la gente nos trató muy bien y nos ayudó mucho, y también encontramos a muchos platenses, en todos lados, que nos dieron una mano grande ofreciéndonos hospedaje y comida. Pero por otro lado también sufrimos algunas dificultades que nos impidieron concretar la travesía tal cual la habíamos planeado originalmente, como la demora que padecimos al no poder cruzar a Panamá en tiempo y forma, o la rotura del auto a poco de haber ingresado a los Estados Unidos. Pero por mi parte creo que igual cumplimos, llegamos con el Mehari hasta Estados Unidos después de haber atravesado 11 países a lo largo de 15.000 kilómetros. Y además, Martín se quedó allá para intentar llegar hasta Canadá con el auto. Yo me tuve que volver porque se me acabó la licencia en el trabajo, pero estoy seguro que Martín lo va a hacer, le quedan solamente 2.000 kilómetros, y de alguna manera yo también voy a estar presente cuando el Mehari llegue hasta Vancouver».

El relato corresponde a Maximiliano Rathjen Lori, uno de los dos aventureros platenses que salieron el 27 de mayo pasado desde plaza Moreno con la firme intención de completar la travesía que hace años habían intentado los también platenses Julio Boldes y Alejandro Domínguez, y quien en la madrugada de ayer regresó a nuestra ciudad en avión, con gran parte de su objetivo logrado y con una mochila cargada de anécdotas que, asegura, «no olvidaré jamás en mi vida».

«El Mehari ahora está en Wiscovine -cuenta- a unos 30 kilómetros de Los Angeles. Anda, pero el motor golpea muchísimo. Ya venía mal en el último tramo de México a Estados Unidos, a donde llegamos andando a no más de 30 kilómetros por hora. Necesitábamos un juego de bielas y un cigüeñal, y no lo pudimos conseguir por ningún lado. La verdad es que el auto se portó bárbaro, le hicimos 15.000 kilómetros de un tirón y exigiéndolo muchísimo, con días enteros andando en primera por las subidas. Si lo hubiésemos cuidado un poco más, seguro que llegaba bien, pero era tanta la ansiedad que teníamos por llegar a Estados Unidos, después de tantos contratiempos, que lo apuramos demasiado y el pobre se fundió. Ahora yo voy a intentar mandarle a Martín los repuestos, y seguro que él lo va a arreglar para llegar hasta Vancouver».

Es imposible pedirle a Maximiliano una anécdota, porque tiene mil. «Nos pasaron millones de cosas -dice- imposibles de prever. Pero me quedo con la cantidad de gente que conocimos, con la increíble hospitalidad de los latinoamericanos, a excepción de los chilenos, que fue donde peor nos trataron. Pero es increíble, estar tirados en una estación de servicio sin nada, y que de pronto se arrime alguien para ofrecer ayuda, llenarte el tanque de nafta, darte comida, eso nos pasó cientos de veces, la gente es increíble».

«Por ejemplo en Colombia -relata Maximiliano- a donde nosotros ni siquiera teníamos pensado ingresar por todo lo que se dice de la guerrilla, y sin embargo es un lugar extraordinario, que si no fuera por ese drama que tienen, serían el mejor país de América. En otros países también vimos mucha miseria y mucha inseguridad. Hemos caminado bastante, y en definitiva me quedo con Argentina y Colombia, los mejores pueblos del continente».

Respecto a Estados Unidos, Maxi cuenta que «personalmente, no me gustó. Estados Unidos está hecho para los norteamericanos, los demás somos sudacas, los latinos que están allí realmente viven muy mal. Ellos tienen muy claro que la gente de afuera en su país no puede hacer nada, y la solidaridad es igual a cero».

Del viaje, quedan mil historias. Como cuando viajaron desde Costa Rica hasta México sin rueda de auxilio -«las íbamos inflando por el camino, porque se nos había roto en Guatemala y no conseguíamos repuestos»- o como cuando debían empujar el auto en las subidas, ya que solo no trepaba; o cuando manejaban de a dos después de que Martín se fracturara un pie. «Son tantas que necesitaríamos un libro para contarlas, lo del barco a Panamá, cuando nos detuvieron en Colombia, la vez que los guerrilleros nos pasaron en moto, cuando el belga nadó hasta el barco del presidente de Guatemala. Fue una gran aventura desde que empezó hasta que terminó, al menos para mí. Igual todavía falta la parte de Martín, que estoy seguro que antes de fin de enero va a llegar con el Mehari hasta Vancouver». Es la parte que falta, porque la aventura continúa.

©2003 Diario El Día – La Plata, Buenos Aires, Argentina

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